No ha querido escuchar las advertencias de Bruselas, de los banqueros centrales tanto del Reino Unido como del resto de grandes países, ni a los principales jefes de Estado e instituciones mundiales, y en lugar de ello ha decidido para bien o para mal salir de la UE, provocando una ruptura histórica del orden europeo de la posguerra. Tal vez porque solo podía ser un país vencedor del nazismo quien dijera basta a la corrupción, el descontrol, la dictadura de los ‘lobbies’ y la insufrible burocracia de Bruselas, algo de lo que nadie habla.
De todas formas, y aunque no habrá “sangre, sudor y lágrimas” como en la II Guerra Mundial, sí habrá sudor y lágrimas para todos, el Brexit es un auténtico desastre para los británicos y para el resto de europeos, aunque los primeros parecen dispuestos a aceptarlo a cambio de librarse del ‘yugo’ de Bruselas. La primera reacción ha sido el hundimiento de la libra, de las bolsas de valores, especialmente de los bancos, y la subida de la prima de riesgo de los países periféricos, algo gravemente preocupante para España, que es el país más endeudado de Europa (si consideramos el PIB real y no el oficial, groseramente manipulado) y con un déficit público fuera de control.
Las razones, la antiinmigración y la antiburocracia. Un periodista inglés la semana pasada en Bruselas me diría: “No somos xenófobos pero no queremos que nuestras ciudades se conviertan en algo como esta capital, con 400.000 belgas, 400.000 musulmanes y 400.000 extranjeros, y menos aún ser gobernados por la burocracia mas corrupta de Europa”. Algo de lo que doy fe, porque lo he sufrido intentando conseguir la competencia energética en España, y donde el ‘lobby’ patrio compró a los ‘capos’ de la DG4 (Dirección de Competencia) y lo que tenemos hoy es un oligopolio escandaloso. Aunque es ingenuo pensar que una vez fuera de las opresivas regulaciones implantadas por Bruselas, la debilitada economía británica volverá como creen a sus días de gloria como potencia mundial independiente.